jueves, 30 de agosto de 2012

Reforma y Contrarreforma

La Reforma Católica o Contrarreforma fue la respuesta a la reforma protestante de Martín Lutero, que había debilitado a la Iglesia. Denota el período de resurgimiento católico desde el pontificado del Papa Pío IV en 1560 hasta el fin de la Guerra de los Treinta Años, en 1648. Sus objetivos fueron renovar la Iglesia y evitar el avance de las doctrinas protestantes.
Se esforzó sobre todo en cuatro temas:
  1. Doctrina.
  2. Reestructuración eclesiástica, con la fundación de seminarios.
  3. Modificación de las órdenes religiosas, haciéndolas volver a sus orígenes espirituales.
  4. Vigilancia de los movimientos espirituales, centrándolos en la vida piadosa y en una relación personal con Cristo. Esto incluía a los místicos españoles y a la escuela de espiritualidad francesa. 

Concilio de Trento

Fue un concilio general de la Iglesia, reunido de 1545 a 1563 en Trento, cerca de los Alpes, que aprobó una serie de decretos doctrinales con respecto a los dogmas, la disciplina, el papado y las órdenes religiosas, que permanecieron vigentes hasta que se reunió el siguiente concilio, más de tres siglos después.
Fue convocado por Pablo III y estableció:
  • Una jerarquía efectiva de supervisión para garantizar que el clero y los laicos observaran las nuevas normas de disciplina y ortodoxia que se esperaba de ellos.
  • El fortalecimiento de la figura del Papa.
  • La revitalización de la meditación y la oración, así como el control de las pasiones de los individuos.
  • El examen cotidiano de la conciencia y la confesión.
  • La celebración de fiestas anuales en honor de los santos y las advocaciones a la Virgen María.
  • El impulso a la formación de más cofradías y hermandades donde se organizarían cajas de ahorro para ayudar a las viudas, los huérfanos, los ancianos y los enfermos, y para pagar los gastos funerarios.
  • El castigo a los miembros de la Iglesia que abusaran de los bienes económicos de los fieles.
  • Estas medidas, junto con la Inquisición y las guerras de religión, pretendían detener el avance del Protestantismo e infundir un nuevo entusiasmo y confianza a los católicos.
Hacia 1650, más de dos tercios de Europa prestaba de nuevo obediencia a la Iglesia de Roma: la Reforma protestante, en conjunto, sólo conservó su influencia en el norte.

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